"No se si exista un siempre, pero si existe y llega, espero que nos encuentre juntos"

jueves, 31 de julio de 2008

Reescribiendome 5



Después de aquel reencuentro de Mariana y Ricardo, se abrió entre ellos un gran abismo de silencio. De uno y otro lado, habían surgido miedos movidos por los recuerdos revividos aquella noche. Las pocas veces en que tuvieron algún encuentro accidental, eran pocas las palabras que se pronunciaban, eran muchas las preguntas que no se hacían, limitándose a ser simplemente educados y corteses. Cada uno trataba de seguir con sus vidas, intentando que el recuerdo de esa noche, y de el amor que algún día habían vivido juntos, se mitigara, se fuera silenciado a fuerza de voluntad, necedad y persistencia. Mariana se dejó absorber por el trabajo, dedicándose hasta el cansancio, complementándolo con sicoanálisis, cigarro y café. Ricardo, de igual forma, volvió a dedicarse a su despacho, volcando su atención a ganar mayor reconocimiento como abogado, a continuar con su cátedra en la universidad y a escribir sus libros. Tras esa noche las sonrisas de ambos escondían ahora, entre tantas cosas que cargaban de sus respectivos pasados, el profundo dolor y soledad que sentían.

A fin de no recordarla, Ricardo se impuso una rutina que empezaba a las cinco de la mañana para correr en la caminadora, bañarse, tomar un brevísimo desayuno y estudiar; para terminarla pasada la media noche al salir de la oficina, llegar a casa, tomar dos vasos de whisky y cerrar los ojos, intentando consolar el sueño por un par de horas, hasta el inicio del nuevo día. Sus viajes en el interior del país y fuera de éste, se volvieron más continuos; incluso empezó a atender aquellos para los cuales, en otra época, hubiera mandado a algún asociado o pasante. Indirectamente, su intención por olvidar, empezó a ganarle el respeto de sus colaboradores y de sus clientes. Su reputación como abogado creció, por lo mismo sus libros eran cada vez, más solicitados, y sus clases mas concurridas.

Aquel viernes, Ricardo no pudo hacer más por permanecer más tiempo en la oficina. La carga de trabajo, aquella semana, no había sido tan demandante, y los pendientes que aún quedaban, no requerían en aquel momento mayor atención por parte de él. Frustrado por tener que volver tan temprano a su mundo privado, Ricardo, tras despedirse de su secretaria, bajó al estacionamiento, abordó su auto y condujo hasta casa escuchando a Charles Benson en su reproductor de discos compactos. Como todos los días, subió los siete pisos hasta encontrarse de nuevo con su departamento. Habrá sido el fresco de la noche, lo temprano de la hora, el jazz de Charles, aquella noche Ricardo, tras haber dejado de hacerlo por mucho tiempo, volvió a gastarse su vieja y masoquista broma – Cariño, ya llegué.

Ricardo no esperaba ninguna respuesta, sin embargo una voz se oyó salir de la cocina:

- Que alegría amor, y ¿cómo te fue?

Al escuchar e identificar la voz que le contestaba, Ricardo se sobresaltó de emoción y de alegría, no cabía en su sorpresa. Corrió hasta la cocina en donde vio a Mariana, desnuda, cubierta únicamente por una toalla que dejaba ver su espalda, preparando algo, que supuso por el aroma sería una exquisita cena. Será que a veces la distancia y la ausencia de alguien nos enferma a tal grado que olvidamos algunos detalles para no morir de recuerdo, o de olvido, y otras recordamos de forma exagerada, para tan siquiera poder ponernos de pie. Aquella imagen en la cocina era una Mariana distinta a la que siempre había conocido, pero exactamente igual a la que siempre amó; o bien Ricardo ya había empezado a olvidar tantos detalles de ella y ahora los veía, frente a sí, de un modo como jamás los había visto. Mariana lucía bella, fresca, alegre, tranquila, lucía genuinamente viva.

- Mariana, que sorpresa… ¿qué haces aquí?

Mariana volteó para estar de frente a Ricardo, y al tiempo que disfrutaba comiéndose una rebanada de mango, con una sonrisa entre infantil y traviesa:

- ¿Te molesta que esté aquí?
- No, para nada, al contrario, es muy grato verte, sólo que…
- Ahhh, ya entendí, te incomoda que esté desnuda
- No, tampoco, es que… no esperaba esta sorpresa

Dueña de la situación, y divirtiéndose al ver el nerviosismo de Ricardo y el cómo se sonrojaba, continuó:

- Pues, llevaba ya mucho tiempo estresada por el trabajo, y la verdad francamente aburrida y sola. Así que decidí venir a visitarte, prepararte la cena y esperar tu llegada. Sólo que no te esperaba tan temprano, así que tendrás que aguardar a que la cena esté lista y, obvio, a que me bañe y me arregle para que cenemos.

Ricardo estaba feliz al escucharla y al perderse en sus ojos, los cuales le mostraban un brillo inusual, y sin palabras le decían cuanto ella le amaba. No había ya barreras, ni silencios incómodos, ni se podía distinguir la existencia de un pasado sin ella. En aquel momento, cayeron par terre todos los sufrimientos. A fin de no interrumpir a Mariana mientras cocinaba, Ricardo optó por seleccionar la música, escoger la botella de vino para aquella ocasión, y a petición de ella, fue a comprar algunas piezas de pan con especias y finas hierbas, y algunas botellas de agua.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece ser que muchas veces no vemos lo realmente importante estando frente a nosotros...