"No se si exista un siempre, pero si existe y llega, espero que nos encuentre juntos"

miércoles, 30 de julio de 2008

Reescribiendome 2






En ocasiones hay sueños que, por más que sacudamos las sábanas a diario, quedan atrapados en nuestra almohada; tal vez para desterrarlos para siempre, sería necesario no sólo cambiar las almohadas, las sábanas y la cama, sino que tendríamos que cambiar de casa, para poder olvidar del todo, sin que el hacer esto, nos garantizara el conseguirlo. La noche tras esa llamada pasó especialmente tranquila y plácida para Mariana, al grado de que el sueño se le agotó en plena madrugada sin aparente razón. Despertó con el sabor en la boca de un dulce sueño, el cual no lograba recordar del todo, más sin embargo podía jurar que trataba acerca de Ricardo. El recordarlo de ese modo, como hacía mucho que no pasaba, la hizo levantarse contenta y algo entusiasmada del almuerzo.
Tras ponerse de pie, entró al baño, se lavo los dientes, rogando que ello no le quitara el sabor del sueño que había tenido; se desnudo y preparó el agua para darse un buen baño que la pusiera arriba del mundo para ese día. El agua caliente recorrió su cuerpo, las nubes de vapor comenzaron a llenar el baño, el jabón se paseaba por su pecho, su vientre, sus caderas y por sus piernas, mientras que sus ojos permanecían cerrados, tratando de volver a su ensoñación. El agua tomó la forma de esas manos, de ese él, el cual no sabía si tendría el rostro de Ricardo, pero en ese momento lo deseaba como nada en el mundo. Sus propias manos se unieron a aquellas hechas de agua y de recuerdo y recorrieron conjuntamente su piel, excitándola de un modo dulce y suave. Aquellas manos la acariciaban, de un modo tan gentil, como en mucho tiempo nadie lo había hecho. Estaba a punto de llegar a un orgasmo cuando, de pronto, volvieron a su mente los recuerdos, esos de la rutina cotidiana, del trabajo, de las prisas, de las largas noches, de los viajes de negocios, de las sonrisas falsas, del maquillaje con que cubría su vida para estar siempre ad hoc, y sin querer las lágrimas saltaron de sus ojos, sin poder frenarlas, sin poder impedirlas, llegando a un orgasmo lleno de llanto y de desesperación. Desesperada, salió de la regadera; se arregló de prisa, intentado cubrir toda evidencia de su tristeza, y salió de casa con la intención de ver a Ricardo, de abrazarlo, besarlo y de pedirle perdón.

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