"No se si exista un siempre, pero si existe y llega, espero que nos encuentre juntos"

miércoles, 6 de agosto de 2008

Reescribiendome 8

“No me acuerdo bien de la fecha, tampoco recuerdo a los que estaban presentes en aquel momento, pero no puedo olvidar el primer momento en que la vi. Simplemente me cautivó su forma de reír, de hablar; el aroma que dejaba al pasar, el movimiento de su pelo… No puedo olvidar esa primera vez. Mariana apenas entraba a la Universidad y yo, ya estaba por terminarla; eso siempre me trajo a la mente la canción de Candilejas de Charles Chaplin. En aquellos tiempos era mucha mi timidez, y la sobrada seguridad de ella y sus muestras de madurez y de cultura, me resultaba tan atractivo; aunque siempre noté en su mirada un toque de tristeza y miedo que no encajaba con la seguridad que mostraba. Es curioso, ahora ya no lo encuentro; siento que ya se encontró a sí misma y me asombra. Aquel día que almorzamos hace poco, aún notaba ese brillo triste y con miedo. Me encanta pensar que se haya encontrado, y que haya decidido volver a mí. Me acuerdo de todos mis torpes e infantiles intentos por conquistarla, y quizá fue esa torpeza la que más la conquistó… Siempre tuve miedo de sus miedos, más de aquellos que callaba; siempre intenté protegerla, aunque no hubiera nada aparente para hacerlo. Siempre me preocupé de no estar a la altura de su mirada. Sus historias románticas pasadas, me hacían pensar que para conservarla, tenía que ser mucho más cada día, tan sólo para poder verla a los ojos. Ay esos ojos, cuando se rompen en llanto, me desarman. Han sido pocas las veces que la he visto llorar, ella sin duda ha secado más veces mi llanto, pero cada una de las veces en que ella ha llorado, he descubierto la bella fragilidad que encierra. Recuerdo incluso esas lágrimas que sé que lloró tras nuestra separación y las cuales, por mi estúpido orgullo, no pude enjugar…”

Ricardo empezó a recordar el dolor y la tristeza que sintió en aquel momento, la impotencia de no poder convencerla para cambiar de decisión y permitirle una oportunidad, las lágrimas inundaron y justo cuando estaba a punto de derramar la primera, sintió la mano de Mariana en su hombro

- No llores cariño, no tiene sentido traer eso de vuelta otra vez… y si sientes que es necesario, entonces, permíteme de nueva cuenta pedirte perdón. Fue mi error, me equivoqué…

Ambos se abrazaron, lloraron, y se consolaron mutuamente, para terminar rendidos, rindiéndose cada uno en los brazos del otro, para de nuevo volver a dormir abrazados y no separarse hasta el amanecer.

Al despertar aquella mañana de domingo, Ricardo, vio a Mariana dormir, la contempló por varios minutos. Sin despertarla, se puso de pie, se vistió con unos caquis y una camisa y salió a la calle, decidido a comprarle unas flores y pan recién horneado para su desayuno. A su regreso, Mariana seguía perdida en sus sueños, y eso le dio la oportunidad para preparar su sorpresa. El aroma del café y del pan, mezclado con el perfume de las rosas, despertó a Mariana, quien con alegría, abrazó y besó a Ricardo, al tiempo en que le decía el más dulce “Te Amo” que Ricardo hubiera escuchado jamás.

Luego de desayunar, aún en cama, Mariana y Ricardo comenzaron a besarse, primero en la boca, delicadamente, saboreando aún el café, pero ahora mezclado con el sabor del otro. Los besos trajeron las caricias inevitablemente. Y de pronto, besos y caricias se encontraban al desnudo. Besos apasionados, sin discreción; caricias frenéticas, sin censura, ni juicios. Los “Te amo” se entonaban en gemidos, en gritos, mientras que aquel hombre y aquella mujer volvían a crear una nueva, quizá la misma de siempre, pero que en aquel momento era una nueva definición del amor. Llenos de ese amor, los cuerpos quedaron exhaustos, tendidos sobre las sábanas, separados por la brevísima distancia de un suspiro. El baño ayudó para reanimarlos, y también como pretexto para continuar con los besos y caricias bajo el agua, lo cual, de nueva cuenta, marcó otro buen inicio para ese día.

Las horas transcurrían de leve manera. El pan, el vino y la sal se percibían en cada palabra, en cada caricia, en cada beso. La mañana daba paso a la tarde, mientras que Mariana y Ricardo se leían y declamaban poemas de Sabines y Benedeti, con sabor y aroma a queso Roquefort, a jamón serrano y a whisky. De nueva cuenta entre los dos prepararon la comida y escogieron el vino, al tiempo en que sonaba el aria de “Largo al Factotum”, seguida por “La vie en Rose”, momento en que el beso no se hizo esperar. Ambos comieron, rieron y platicaron hasta el anochecer, cuando abrazos y besos los condujeron hasta la alcoba, en donde antes de dormir, cerraron amorosamente con beso en los labios aquel idílico fin de semana de amor.

Inevitable llegó el lunes, y el despertador volvió a recordar a Ricardo que tenía que regresar al mundo real. Sin despertar a Mariana se puso de pie, se ejercitó en su caminadora un par de minutos, realizó sus ejercicios de Yoga, se dio un baño, y cuando salió no vio ya Mariana, tan sólo una nota en que le decía que era hora de arrancar la semana, de subirse al mundo, de volver a la cotidianidad, en donde esperaba verlo de nuevo pronto. El gesto no le extrañó de Mariana, ambos se sabían y se confesaban como torpes a la hora de tener que despedirse; además de que en esa ocasión, Mariana contaba con la escusa de también tener que ir a trabajar. Ricardo sonrió para sí, agradeciéndole el fin de semana que habían vivido juntos, y con alegría se dispuso a irse a trabajar.

1 comentario:

Srita Mayorazgo dijo...

Amor!! Me gusto mucho las palabras y frases, algunas conocidas y bellisimas!
la historia se esta poniendo muy muy interesante!
Sigo al pendiente, con esa sed de leer la hisotria que se va formando...
Besitos