"No se si exista un siempre, pero si existe y llega, espero que nos encuentre juntos"

miércoles, 6 de agosto de 2008

Reescribiendome 7




Despertaron, él abrazándola a ella por la espalda, cubiertos por las sábanas y por los rayos del sol que penetraban por la ventana. Mariana amaneció feliz y alegre, se levantó, beso a Ricardo y mientras él iba a preparar el desayuno, ella aprovechó para darse un buen baño. Ricardo estaba feliz de tenerla en casa de nuevo. Mientras ella se bañaba, él puso música, preparó jugo de naranja, café, bísquets con mantequilla y mermelada, y yogurt con frutas. Todo lo colocó sobre una charola la cual llevó hasta la habitación, donde se sentó frente a la puerta del baño, y escuchando a Mariana en la regadera, la emoción le hizo derramar un par de lágrimas de alegría.








Aquella mañana de sábado el ánimo de los dos era el de esconderse por un poco más del mundo, de escapar de la realidad, de las responsabilidades, y de los otros, especialmente de los otros. No tenían ganas de salir, ni de ver a nadie, tan sólo tenían ganas de besarse, abrazarse, amarse y sentirse de nuevo felices y vivos y por eso, Mariana sugirió desconectar y apagar los teléfonos y celulares, y simplemente ser, al menos por aquel fin de semana.



Ese sábado lo pasaron leyendo, platicando, escuchando música, cocinando nada más para los dos, bebiendo buen vino, y viendo las películas de siempre. Ya en la noche, a Mariana se le ocurrió la idea de ordenar algo para cenar, quizá algo ligero; Ricardo buscó el directorio telefónico y al tiempo en que revisaba las opciones, vio todas las anotaciones hechas, de puño y letra de Mariana, en otra época. Al leer cada una ellas, se acordó de los encuentros, de las pláticas, incluso de alguna que otra discusión y de las reconciliaciones después de ellas. Recordó a Mariana y sus bromas, sus risas y sus prisas antes de que llegaran los amigos, para que no descubrieran que los platillos habían sido ordenados. Se acordó de la última navidad que habían pasado juntos, de los regalos, de los besos y las caricias, y cómo aquella noche hicieron el amor sobre la alfombra de la sala, en donde los encontró aquel amanecer. Después de tantos recuerdos, Ricardo volvió en sí, para darse cuenta de que había pasado ya mucho tiempo; volvió a la sala con el directorio y encontró sobre la mesa del comedor dos copas de vino tinto, una llena y la otra vacía, y a lado una nota: “Cariño no te quise interrumpir, te veo en la cama. Te Amo. M.”. Ricardo apuró la copa que le dejara Mariana y fue a intentarse encontrar con ella, para descubrirla bajo las sábanas, profundamente dormida.


Decepcionado y un poco molesto contra sí mismo, Ricardo pagó la mayoría de las luces de la casa, acomodó los platos sucios en la cocina y tras servirse otra copa de tinto, fue a la sala. Sentado en su sillón favorito, frente al enorme ventanal que daba vista a la ciudad y a la noche, Ricardo encendió un cigarrillo, intentando recordar cada momento desde que conoció a Mariana.

No hay comentarios: