"No se si exista un siempre, pero si existe y llega, espero que nos encuentre juntos"

martes, 29 de enero de 2013

Regresan mis letras tardías

El primer mes del año está por terminar. Accidentalmente me topo con mi viejo blog y con mis letras tardías, y tras ver un video en TED.com, me siento de nuevo inspirado a volver a escribir en este muro.

Lo primero que viene a mi mente es este saborcillo a tabaco en mi boca, y esta ansiedad de la operación a que ha de someterse mi amada esposa, lo lento que arranca el año en cuestión laboral, y la urgencia de un hombro en el cual sostenerme.

Venga pues, seguiremos escribiendo desde estas praderas de mi vida.


martes, 9 de noviembre de 2010

Medias Dosis de Verdad (Primer Intento)

Primer Acto
Escena 1
Interior departamento René

(René tras la barra de la cocina preparando de cenar, vestido de pants. Mesa puesta con dos lugares, velas. De fondo suena Barry White)

Timbre de puerta

Entra por la izquierda (puerta del departamento) Horacio, el mayordomo, seguido de Martha.

Horacio: Señor lo busca la Señora
(René camina de la cocina a recibir a Martha)
René (besando a Martha en la mejilla): Hola “cariño”
Martha (dirigiéndose a René): Huele delicioso “cariño”, ¿qué estás preparando?
René: Dile que estamos preparando Lacho
Horacio (dirigiéndose a Martha): El viaje de la señora a Barcelona a visitar a su tía artrítica, acompañado por una pasta Don René a la bolognessa, costillas de cordero en salsa de cerezas y menta con puré de manzanas, un excelente Chateau Camou y de postre (señalando con la mano a René) el patrón y un brownie con helado de vainilla…
Martha (camina hacia René): ¿En verdad piensas seguir con ésta farsa René?
René: No si te quedas. Por cierto “cariño”, ¿en qué puedo servirte?
Martha: Vine sólo por unos zapatos, mi vestido Chanel negro y mi abrigo. No te apures, no tengo intención de estropearte el menú, tengo una cita y ya voy tarde. (Martha va hacia la habitación, sale de escena. Desde la habitación) Y puedo arriesgarme a preguntar ¿quién es esta noche?
René (desde atrás de la barra de la cocina mientras sigue preparando la cena): Nadie en especial “cariño”, una chica que conocí hace poco en el super.
Horacio: No diga eso señor, la señorita Edith ¿nadie en especial?... con ese cuerpecitooo… esa boquitaaa… esas piernitaaas… esa vocecita de mmm…
René: Síguele Lacho y te vas a ir a dormir temprano…
Horacio: No señor, no me haga eso. Le prometo no abrir la boca en toda la noche.
Martha (desde habitación) y René al unísono: Lo veo difícil. (risas)
(Sale Martha de la habitación cargando ganchos con su ropa, René le ayuda y entrega los ganchos a Horacio para que los cargue)
Martha: Bueno “cariño” me retiro, te dejo con tu cena. (Camina hacia la puerta detrás de Horacio, se detiene y se dirige a René, lo besa en la mejilla) Y por favor deja de enfermar a mi familia para tus mentiras.
René: Pero si ni siquiera tienes una tía en Barcelona, además tu familia te enferma a ti, ¿qué tiene de malo que los enferme de mentiritas?, y la tía que enfermé fue tu tía Esther.
Martha: (risas) Como sea, no es correcto. Es malo para el karma. ¿Cuándo se supone que regreso?
Horacio: Por lo menos mañana después del medio día, porque ya sabe como es el señor que le gusta despertar tarde el fin de semana, y después su desayuno, y…
René: Van dos Lacho, otra y te vas a dormir.
Horacio: No señor, de veritas, de veritas que no va a escuchar otra palabra mía.
René: Eso espero. (Besa en la mejilla a Martha) Disculpa que te corra, pero me tengo todavía que bañar y arreglar.
Martha: No te apures. Buenas noches. (Sale Martha de escena)
René: Buenas noches “cariño”… Me saludas a tu tía Esther. (Cierra la puerta del departamento)
(René vuelve al centro del escenario)
René: Lacho…
Horacio: Dígame señor…
René: Prepárame el baño, y saca mi traje de combate.
Horacio: ¿De ataque o de reconocimiento señor?
René: De ataque Lacho
Horacio: ¿Hugo o Ermenegildo, señor? (Va Horacio a la habitación. Sale Horacio de escena)
René: Ermenegildo Lacho, Ermenegildo. Esta noche va a ser memorable Lacho.
(Se escucha ruido de agua de tina desde la habitación, puertas de closet y cajones, René prueba la comida, agrega un poco de pimienta)
Horacio (desde interior de habitación): ¿Camisa azul o blanca, señor?
René: Blanca Lacho, y los calcetines que me regalo mi mamá.
Horacio (sale de habitación, entra a escena): Lo anticipé así señor. Pensamos igual.
René: No digas nunca eso Lacho, no se te vuelva a ocurrir pensar como yo.
Horacio: Disculpe usted señor.
René: Que no vuelva a ocurrir Lacho. Por tu propio bien, créeme que no quieres pensar como yo.
Horacio: ¿No señor?
René: No Lacho, no. ¿Ya está listo mi baño?
Horacio. Listo, señor.
René: ¿Pusiste las sales de lavanda para que me relaje?
Horacio: Tal como me enseño, señor.
René: ¿Mi patito de hule?
Horacio: Nadando, nadando, como me enseño, señor.
René: Bien. Voy, me baño y regreso. Quedas a cargo Lacho. Cuida la salsa que no se pase, y pon a enfriar el vino.
(René entra a su habitación, sale de escena. Horacio se pone el mandil y cuida la cena detrás de la barra de la cocina, prueba la salsa, hace cara de desagrado y le agrega un poco de sal, más pimienta y agrega unas hierbas de olor)
Horacio: Oiga señor, y ¿hoy si van a cenar o va a dejar la cena como siempre?
René: No me culpes a mi Lacho. La vida es incierta, por eso ellas prefieren comer el postre primero.
Horacio: Sabio maestro. (Sale René de la habitación arreglado, Horacio se acerca a él para arreglarle el cuello de la camisa) Señor, y ¿cree que algún día pueda llegar a ser como usted?
René: ¿Has hecho lo que te dije?
Horacio: Al pie de la letra señor. Ya pensé cómo invertir todo lo que me debe en mi imagen. Y lo primero que haré será cambiarme el nombre y comprarme un par de zapatos Gamoferra.
(Suena el timbre de la puerta)
René: Ferragamo Lacho, Ferragamo.
Horacio: Y unos de esos también señor.
(René se sienta en la sala y Horacio se sienta en un sillón cercano)
Horacio: Y también estaba pensando en comprarle un traje a Don Ermenegildo, o al señor Hugo (vuelve a sonar el timbre de la puerta)
René: Lacho…
Horacio: Dígame señor, ¿Qué me aconseja?
René: Que abras la puerta!!!
(Horacio se apresura a ponerse de pie y a ir a abrir la puerta)
(Entra Horacio y atrás Edith, René se pone de pie y va al encuentro)
Horacio: Señor, la señorita Edith
René: Gracias Horacio. Hola Edith.
Edith. Hola René (se dan un beso)
René: Horacio toma el abrigo de la señorita y por favor mete las costillitas al horno.
Horacio: En seguida señor. (Dirigiéndose a Edith para tomar su abrigo) ¿Me permite señorita?
Edith: Gracias Horacio, es usted muy amable.
Horacio: ¿Sirvo el vino señor?
René (dirigiéndose a Edith): ¿Gustas un poco de vino?
Edith: Te acepto de momento un vaso de agua, espero no te moleste, es que vengo un poco acelerada. Anduve todo el día a las carreras y pensé que iba a llegar tarde y… (René pone su dedo índice en la boca de ella)
René: No te preocupes, no tienes que dar ninguna explicación. (Dirigiéndose a Horacio) Horacio un vaso de agua para la señorita y para mi…
Horacio: Un whisky doble en las rocas con poco hielo.
René: Exacto Horacio, gracias.
Horacio: Para servirle, señor.
(René sigue a Edith a la sala. Edith camina alrededor viendo la decoración, las fotos, los cuadros y se detiene en el ventanal –viendo hacia el público- René llega detrás de ella. Pasa una charola y la mete al horno. Sirve el vaso de agua y el whisky en las rocas, y descorcha el vino, sin perder atención a lo que ocurre en la sala)
René: Edith, ¿ocurre algo?, te noto rara desde que llegaste.
Edith: No, nada…bueno sí, la verdad sí.
René: ¿Qué pasa cariño?
Edith: Todo
René: ¿Qué es todo?
(Horacio llega a espaldas de los dos con una charola con el vaso de agua y el whisky en las rocas)
Horacio: Dejo los vasos y en la mesa, señor. Usted me avisa si se le ofrece algo más.
René: Gracias Horacio, yo te aviso.
(Horacio sale de escena por la izquierda)
René: ¿Qué es todo cariño?
Edith: Esto. Yo, tú, aquí, en tu casa, la casa de tu esposa, aprovechando que ella salió de viaje a ver a su tía enferma, este vestido, tu tan arreglado… me hace sentir mal…
René: Mal ¿cómo?
Edith: Mal, sucia, como una de esas…
René: De esas ¿Cuáles?
Edith: De esas… de esas roba-maridos, destroza hogares. Me siento como si fuera una cualquiera. Y yo no soy así. Yo no tenía pensado enamorarme de un hombre mayor que yo, y mucho menos casado.
(René conduce a Edith a la sala, ambos se sientan en sillones separados pero cercanos)
René: Tranquila cariño. No te pongas así. Yo tampoco lo tenía planeado. Pero llegaste justo en ese momento en que sentía que mi mundo se venía encima, en que mi matrimonio empezó a destruirse, en que Martha empezó a alejarme de su lado. No fuiste tú, y lo sabes. Mi matrimonio ya venía mal desde hace tiempo. Y sí, imagino que ha de ser difícil para ti, como lo es para mi. Yo, un ruquito a lado de una joven tan hermosa como tú.
Edith: No eres un ruquito.
René: Tú misma lo dijiste “un hombre mayor que tú y casado”
Edith: No era lo que intentaba decir.
René: Lo entiendo. Y créeme que me encantaría haberte conocido en otras circunstancias, quizá después de haberme divorciado, por ejemplo, y poder prepararte de cenar en otro lugar que no fuera aquí, en esta “casa de mi esposa”, como tú la llamas.
Edith: ¿En serio, amor?
René: Por supuesto cariño. (Abrazando a Edith, sin que ella lo note, hace una seña a Horacio para que se acerque)
Horacio: ¿Sirvo el vino?, señor.
René: Sí Horacio, por favor. (René prepara una galleta con caviar y se la da a comer a Edith) Prueba, está delicioso.
Edith: ¿Qué es?
René: Es caviar
Edith: No puedo…
René: ¿Por qué, no te gusta el caviar?
Edith: No, no me refiero al caviar… Perdón René, no puedo, no aquí…
René: ¿Quieres que vayamos a otro lado?
Edith: No René, en verdad discúlpame. (Se pone de pie al igual que René, le da un beso, se apresura a la puerta, René la sigue, Horacio le tiende su abrigo) Discúlpame.
René: No te vayas, espera.
Edith: No puedo. (Le da un beso, Edith sale del departamento)
(Vuelven de la puerta René y Horacio. Horacio caminando atrás de René hace sonido de trompeta de derrota)

jueves, 7 de octubre de 2010

Jueves 7 de octurbre 2010.

Los últimos anocheceres y amaneceres en la ciudad de México me han provocado un resfriado de perros, que desde ayer me tienen postrado en cama tomando agüita de limón. Aquí me vengo a enterar de los logros de un grupo de payasos amateurs que, encabezados por el inigualable Loquillo, fueron hasta Veracruz para brindar a los damnificados un rato de alagría. Perder la risa y la capacidad de sonreir, sobretodo en la infancia, es sin duda una de las mayores catastrofes de la humanidad. Por ello va hasta ellos misamigos coaches-payasos mi reconocimiento. Perdón que en esta ocasión no pude acompañarlos, pero para la otra me pongo la nariz roja, no laque traigoahorita sino la de caucho, para acompañarlos.

Por otro lado me llega la noticia de que Mario Vargas Llosa es un gran escritor y merecedor del Premio Nobel de Literatura 2010, premio que se gana honradamente por su obra y trabajo y no por simples intenciones. Imagino que Don Mario reaccionará igual que mi favorito Jaime Sabines y concluirá que mas que un gran escritor es simplemente un peatón de esta vida.

Hoy sin lugar a dudas es un buen pretexto para ser felices y sonreír.

Desde mi penthouse en la Colonia Roma (llámese así a mi depto en el último piso de este multifamiliar) reciban mis mejores deseos.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Empezando de nuevo


Ando reacomodando las piezas de mi vida y aunque he pasado por momentos de tristeza, desesperación, frustración, enojo; heme aquí, aún de pie, y ahora con la intención de regresar a estas mis parcelas; aquí, donde las palabras me sirven para reencontrarme, reinventarme una vez más.
Vuelvo a mis queridas palabras y a mi relación contigo mi querido lector a fin de contarte mis historias.
Empiezo pues, con esta que se ha quedado por mucho tiempo en el tintero y que ahora me comprometo a contarte a partir de mañana, se llama Medias Dosis de Verdad.

viernes, 3 de septiembre de 2010

A Saramago y al Charro Negro



A mi esposa


A Pupy


A mis padres, mis hermanos y cuñada (Niko también)


A la "Hillary", a la "Tacher", a la "Rubia misteriosa", a la "Rosachiva", al "Bucles" y demás parientes, conocidos, amigos, enemigos, críticos, lambiscones, comecuandohay, lectores, incluso a aquel cuyo apelativo haría que Sandoval Iñiquez se sonrojara.


Al carnal Marcelo, el "Marce. Al Presidente (el que esté en turno -espurio o legítimo-)


Presente (pasado o futuro incojugable)




Me sobra corazón (al menos el espacio que queda libre ahora que han decidido marcharse), y me faltan letras (muchas de las cuales se llevaron al irse) para repetir las palabras de Federico Reyes Heroles "Querido Germán - José Saramago- ¡pero a quien se le ocurre morirse hoy! Pero que impertinente."








En lo que va del año, he perdido al menos a dos de mis grandes maestros. Uno me enseño acerca de la Ceguera y de la Lucidez, el otro a aprender que en México más vale tener los ojos bien abiertos. Se me adelantaron a un lugar, en done ahora pueden combinar Lisboa y la Ciudad de los Palacios, en donde en este momento no se preocupan por Montiel, ni por Marcial Gacho, ni por Encontrado, ni por el Oftalmólogo, ni por el discurso de Felipe Calderón con motivo del IV Informe de Gobierno.
Me enteré de la noticia de su muerte, en distinto tiempo, y como si el viento de la noche me arrebatara las cobijas, me siento desamparado. Hoy te pediría, Germán, operación cobija, para este pueblo al que dejas sin tus palabras para entender a Manlio Fabio Beltrones y su camarilla multicolor, y a ti, mi Maestro Saramago, para entender que seguimos siendo ciegos que viendo no ven.
Nos quedamos de este lado, donde la vida sigue, donde hoy y mañana quiza toca, en donde esta la balsa de piedra y el memorial del convento, en este viaje del elefante, para decirte que fallaste corazón con la Gaceta del Angel que esperabamos como promesa de una amanecer este viernes, para seguir escribiendo este evangelio según Caín a la sombra del Ángel de "El Oso" Rivas Mercado, en esta ciudad de piedra y flores, cuidada por todos tus baboceadores.
Descansen en Paz

viernes, 19 de febrero de 2010

Sabines en fin de semana.

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.


Y me atrevería a decir que nosotros,
los que somos como esos otros,
los que amamos a diario,
con un eternamente genuino.
Nosotros,
los que despertamos a los amaneceres,
los que lloramos,
ahuyándole un lastimoso gemido a las lunas rotas a media noche.
Nosotros, los amantes,
los que nos enamoramos día con día,
los que amamos del mismo modo,
estamos invitados a honrar la vida
con nuestra propia vida.
Nosotros,
estos otros que somos,
tenemos aún a cada instante,
la oportunidad de encontrarnos,
en el mismo valle.

Vaya estas últimas líneas como un humilde y pequeño homenaje a uno de mis poetas favoritos.

Gracias Jaime, y gracias también a tí Mario.

Que Dios me los bendiga a todos.

lunes, 25 de enero de 2010

Una mejor versión del día de hoy.

Desde hace ya algún tiempo, he adoptado como definición personal de éxito el dejar el mundo al dormir, mejor de lo que lo encontré al despertar. Suena simple, quizá incluso parece un lugar común, pero el tener esta definición de éxito para mí, ha implicado el esforzarme por encontrar la mejor versión de mí en cada acto que realizo, el entregar lo mejor de mí, el preocuparme porque las personas a mi alrededor queden en un mejor estado de ánimo. Robin Sharma sugiere que dejes las cosas y las personas mejor de lo que las encontraste. Esa responsabilidad la he asumido yo en mi vida.

No te niego, lectora, lector querido, que haya días en los que no tengo ni encuentro ganas para ponerme de pie y subirme al mundo -sobretodo en lunes-; sin embargo tan sólo me doy permiso de unos breves instantes de jugar a la víctima, de hacer berrinche, quizá incluso de chillar y berrear un par de minutos. Cuando suena el despertador, cuando llega la hora, es hora de levantarse, de ponerse de pie, de subirse al mundo. Si aun así, ya arriba del mundo mi ánimo no ha mejorado del todo, me gusta pensar que el mundo está mejor conmigo arriba que conmigo deprimido y de malas, y en esos días me doy permiso de empezar el partido voleando, peloteando nada más. No es sorpresa decirte que esos días en que el día/juego lo planteaba como de simple voleo acaba siendo de mis mejores partidos.

Sugerencia valora tu lugar en el mundo, la diferencia que creas con el simple hecho de existir. Busca dar la mejor versión de tí en cada día. Busca ser la diferencia en la vida de las personas que tengan contacto contigo. Y si de repente no te levantas muy de buenas: date permiso de unos minutos hacer berrinche, jugar a la víctima, rendirte, pero sólo unos breves minutos. Date permiso a veces de jugar el partido en modo de calentamiento, de práctica, de simple raqueteo; poco a poco encontrarás que puedes estar de pie, que el mundo es mejor contigo arriba, que tu esfuerzo nos ilumina a todos. Y no será raro que en esos días entregues uno de los mejores partidos de tu vida.

Se feliz y sigue brillando.

Namasté.