viernes, 29 de agosto de 2008
Sueños
Dado que volver el tiempo atrás es imposible, al menos permíteme aconsejarte a ti que no tengas miedo, ve por tu sueño. El miedo a veces nos lleva a no decidir.
Cuando algo lo deseamos con todo el corazón el universo entero conspira para que se realice. Y el que tú llegases a renunciar a tu sueño dejaría algo incocluso en todos nosotros.
Ten fe en tí mismo y nunca dejes de soñar, haz que tu luz brille por siempre.
Se feliz. Buen fin de semana y excelente vida.
Marcha
En viernes otra vez
Hoy en la noche alrededor de las 22:00 hrs. será la reunión de los exovalles generaciones 89 (Torres- Latacunga) y 92 (secundaria) en un punto en donde los sones, los mojitos y la noche forman el pretexto perfecto para divertirse. Sabemos que no irán todos los que somos, faltaran los que viven ya fuera de la ciudad de México (saludos cordiales a mi entrañable Nichi hasta los Cabos); también los que no pudimos localizar y obvio aquellos que no tengan oportunidad de asistir.
El sábado a las 18:00 hrs. se llevará a cabo la marcha contra la inseguridad la cual iniciará: para los que viven en la Cd. de México, en el Angel de la Independencia. Por favor si eres de fuera de la Ciudad de México checa horarios y rutas en tu ciudad. Lleven su veladora blanca, vistanse con algo blanco, y no olviden el impermeable por las lluvias, y sobretodo mucho ánimo para decir un Ya Basta a la inseguridad.
Al rato les cuento más acerca de lo que ocurre por estas parcelas. Saludos y un excelente día.
miércoles, 27 de agosto de 2008
Por todos
Otro de mis favoritos
Semejante al nocturno peregrino
Vanas son las imágenes que entraña
A través de este vórtice que crispa,
viernes, 22 de agosto de 2008
Se impecable con tus palabras
jueves, 21 de agosto de 2008
Ofrecer
Unidad
Jueves con frío
miércoles, 20 de agosto de 2008
Acerca de la marcha
Sabado 30 de agosto a las 18:00 hrs
Del Angel dela Independencia al Zocalo
Se espera termine alrededor de las 20:30 hrs
Favor de vestir playera blanca, llevar una veladora, y tambien impermeable o paraguas.
Espero ver a muchos por allá. Saludos afectuosos de mitad de semana.
viernes, 15 de agosto de 2008
Fin de semana de Amor
jueves, 14 de agosto de 2008
Decisión
Marcha por la inseguridad
El día después
miércoles, 13 de agosto de 2008
Reescribiendome 13 (Final)
Mariana se sentía contenta por el hecho de que Ricardo fuera feliz, pero al mismo tiempo triste, no por haber perdido a Ricardo, sino quizá por nunca haber aprendido a amar, lo que en ese momento le mantenía sola, con mucho éxito profesional pero sin un alguien para compartirlo y con tantas ganas de poder refugiarse en los brazos de alguien, a quien en ese instante deseo ponerle el rostro de Ricardo. Decidió tomarse un par de días libres, viajó a México, con la firme intención de asistir a la boda religiosa de Ricardo y poder desearle a él y a su esposa felicidad. En el vuelo hacia la Ciudad de México, Mariana comprendió que podía asistir a la ceremonia religiosa, pero que ni ella estaba preparada para enfrentar a Ricardo, ni él se merecía, en caso de no estar preparado, el verla en ese día en especial. Mariana llegó a su hotel en la Ciudad de México, se vistió con vestido negro, se arregló y se dirigió al templo de San Agustín en Polanco. Entró, se persignó y se sentó en una de las bancas de la parte trasera, junto a una mujer que también vestía de negro como ella, desde donde podía observar la ceremonia, que ya había empezado al momento de su llegada. Mariana observó detenidamente a Andrea y se convenció de que Andrea jamás sería capaz de lastimar a Ricardo como ella se había atrevido a hacerlo al abandonarlo. Los ojos se le inundaron de lágrimas al comprender que no había sabido valorar a aquel hombre.
- Los declaro Marido y Mujer… Puede besar a la Novia
Ante aquellas últimas palabras pronunciadas por el párroco, Ricardo besó a Andrea; las risas, los aplausos y los abrazos no se hicieron esperar. Mariana agachó la mirada y murmuró “Se casa el hombre que más amé”. Ante tal sentencia, la mujer que se encontraba sentada a su lado, volteó hacia ella, sorprendiéndole al notar que era ella misma, era también Mariana, sólo que sin ese brillo de tristeza y miedo en la mirada, y con la mas franca sonrisa le dijo “Y que tarde nos dimos cuenta ¿no?” Mariana no pudo más que romperse en llanto lamentando su triste fortuna, mientras que Andrea, Ricardo y todos los invitados abandonaban el templo, dejándola profundamente sola.
Fin
Reescribiendome 12
A la mañana siguiente Andrea se despertó pasadas las diez de la mañana. Aprovecho para desayunar con sus padres, para después pasar toda la mañana de compras, intentando encontrar un conjunto para su cita de esa tarde con Ricardo. Tras visitar varias tiendas, se decidió por un vestido rojo, muy clásico en el corte, una bolsa negra y unas zapatillas del mismo color, lo que la hacía ver mayor. Esa era su intención, poder demostrarle a Ricardo que ella no era ya una niña, y que podía comportarse como una mujer como aquella que ella pensaba que él deseaba. Tras llegar a su hotel y cambiarse de ropa, Andrea abordó el auto que la llevaría hasta el hotel de Ricardo.
Como era normal en Ricardo, se despertó a las 5 de la mañana, fue al gimnasio del hotel, luego de la caminadora, aprovechó para pasar un rato en el vapor, después un buen baño. Ya vestido y arreglado se sentó por varios minutos enfrente de su computadora y revisó los puntos a tratar en las reuniones de aquel día. La operación que estaba asesorando era sumamente delicada. La mañana fue agitada y agotadora, pero eran precisamente esa clase de asuntos por los que Ricardo había decidido volverse abogado corporativo. Al finalizar la última reunión, regresó a su hotel en donde se dio otro buen regaderazo, y decidió vestirse aquella tarde un poco informal. Pensó para sí “Andrea es muy joven, y no puedo salir vestido tan formal, yo la aceptó a ella como es, tan sólo espero que ella llegue a aceptarme”, antes de decidir vestirse con unos caquis, unos mocasines informales, cinturón tejido en color azul marino, camisa blanca de lino y blazer azul. Salió entusiasmado de su habitación, como un colegial, abordó el elevador, y bajo hasta el lobby para encontrarse con Andrea. Al abrirse las puertas del ascensor Ricardo tuvo frente a sí a una Andrea, con un look que parecía sacado de alguna película de Audrey Hepburn; y Andrea tenía enfrente a un Ricardo que lucía muy atractivo pero con un aire demasiado informal y casual para la personalidad que Ricardo siempre trataba de mostrar.. Ambos rieron al ver que cada uno, a su propia manera y circunstancia, había tratado de vestirse de forma que encantara al otro, rompiendo incluso con sus propias personalidades.
- Te ves bellísima Andrea
- Gracias, tú luces por demás atractivo
- Gracias, aun que siento que te ves muy formal para tu estilo
- Ja ja ja Lo mismo iba a decir respecto a ti
- Disculpa, intenté vestirme un poco menos formal
- Disculpa aceptada, yo traté de vestirme más a lo que pensé que te gustaría a ti en una mujer…
- Te lo agradezco infinitamente, aun que tú, con tu estilo, me gustas mucho. Además que así me haces sentir mucho más grande de lo que soy. Ese estilo estaría bien para mi madre, es muy Breakfast at Tiffanys…
- Ay, discúlpame Ricardo, pero como las películas de las que hablas son de esa época, preferí pensar que eres contemporáneo de mi papá, pero bien cuidado, a pensar que eres doce años mayor que yo pero más…
- ¿Estás insinuando que estoy acabado?
- No acabado, tan sólo que tal vez has recibido poco mantenimiento jiji
Las bromas y las risas siguieron hasta llegar a aquel pequeño restaurante en donde comieron pasta, ensalada y vino tinto, al son de las guitarras que sonaban en aquel lugar, creando de ese momento el ideal para que naciera en los labios de ella el beso con el que los labios de él volvieron a vivir.
martes, 12 de agosto de 2008
Inseguridad
lunes, 11 de agosto de 2008
Reescribiendome 11
- Ricardo… ¿Ricardo?
Al de nuevo escuchar su nombre, Ricardo volvió en sí, volteó y vio a Andrea quien lucía espectacular, como una de esas actrices famosas, o de esas personalidades del Jet Set que aparecen en las revistas de sociales.
- Andrea, disculpa no te escuché, estaba pensando en otras cosas. ¿Qué haces aquí?
- Linda forma de saludar licenciado. Vine para que fuéramos a cenar… ¿Te acuerdas?
- Ah sí claro, a cenar.
Tras la escena con Mariana en el restaurante, francamente Ricardo no tenía ganas de estar en ese momento solo; así que aceptó la invitación de Andrea y fueron a cenar, para después ir a un bar a escuchar un poco de jazz en vivo. Durante aquella velada, de nuevo, Ricardo se sintió a tal grado cómodo que el coraje en contra de Mariana, incluso el brillo triste en su mirada lo había olvidado. Ricardo acompañó a Andrea hasta su hotel y después volvió al suyo, llegó a su habitación y justo estaba a punto de apagar la luz cuando sonó el teléfono:
- ¿Llegaste bien Ricardo?
- Andrea, sí, llegué bien. Gracias.
- No, ni lo menciones, sólo quería saber que habías llegado bien. Gracias a ti, la pasé muy bien, y wow me asombraste, no sabía que tocaras el saxofón tan bien, eso de aventarte el palomazo, me dejaste sin aliento…
- Gracias a ti Andrea, en verdad que Nueva York tiene otro color después de esta noche…
Conversaron por breves minutos. Andrea apuró a cortar la llamada, sabía perfectamente que Ricardo tenía al día siguiente, mejor dicho en pocas horas, muchos asuntos que atender, y ella tenía miedo de enamorarse más de él. Antes de colgar Ricardo alcanzo a decir:
- Andrea, mañana tengo unas reuniones en la mañana, pero no sé si aceptarías comer conmigo después. Quizá como a las 5 o 6.
- ¡¡¡Claro que sí Ricardo!!! Será un gusto. ¿Te parece si te veo en el lobby de tu hotel alrededor de las 6?
- Me parece perfecto Andrea. Bueno, descansa, nos vemos mañana.
Reescribiendome 10
- “Ricardo, escuché tu mensaje, tu secretaria me dijo el hotel. Estoy en Nueva York, nos vemos para cenar donde siempre? Ahí te espero a las 8”
Ricardo se emocionó profundamente, Mariana había escuchado su mensaje y había decidido lanzarse a encontrarse con él. No demoró en arreglarse y en salir para cenar con ella.
Mariana ya se encontraba sentada en la mesa de siempre en aquel restaurante, al ver a Ricardo, sonrió, igual que hizo él; se encontraron, se abrazaron, Mariana le dio entonces un beso en la mejilla y Ricardo se lo contestó.
- Mariana, ¡qué gusto verte aquí!
- Sí, en verdad es que me parece increíble volvernos a ver en este lugar. Hace mucho ya que venimos a Nueva York.
- En verdad mucho tiempo.
Ricardo se encontraba maravillado ante lo que Mariana había acabado de hacer, seguirle en una locura, como es viajar hasta Nueva York, escapándose de la realidad, de las responsabilidades y del trabajo, algo que no era muy usual ni en ella ni en él. Sin embargo Ricardo no estaba del todo cómodo, algo en la actitud de Mariana, en su tono de voz, parecía ser distinto, sino es que había vuelto a ser el mismo de la Mariana que siempre había conocido. El brillo de tristeza y miedo estaba de nuevo presente en su mirada.
- Oye Mariana, y de verdad ¿no crees tener problemas en tu trabajo por ausentarte estos días?
- No Ricardo, para nada. Verás, me acaban de trasladar a nuestras oficinas acá en Nueva York. Por eso me sorprendió tanto tu llamada y la propuesta de vernos aquí en Nueva York, es una de esas enormes coincidencias. No sabes lo feliz que me hizo escuchar tu mensaje…
No era posible. Ricardo no lo entendía ¿Cómo era posible que Mariana pasara un fin de semana a su lado, el más maravilloso en la vida de ambos, y en ningún momento hubiera tenido la cortesía, la educación, de comentarle sus planes de irse a vivir a otro lado? Ricardo se sintió profundamente indignado y molestó y no pudo, no quiso tratar de disimularlo:
- No es posible eso que me dices. ¿Te trasladaron a las oficinas de Nueva York? Y ¿Cuándo te enteraste?... ¿Hoy?
- No sé qué te pasa. No, me enteré hace más de dos meses…
- Y ¿no se te ocurrió decírmelo antes?
- Ricardo, ¿qué tienes?, no entiendo porque de pronto te pones tan molesto, yo…
- Tú, tú, siempre lo que más te ha importado eres Tú. Eres la persona más egoísta que he conocido en mi vida, y la más cruel.
- Ricardo, ¿de qué estás hablando?...
Sin decir ninguna otra palabra Ricardo se puso de pie, saco de su billetera un par de billetes de cien dólares y sin ver siquiera a Mariana, salió de aquel restaurante, abandonando a aquella mujer derramando lágrimas sobre el mantel.
El juego de la Vida
Para ser número 1
Ganar es un hábito y, lamentablemente, también perder. No hay cabida para un segundo lugar. En mi juego, sólo existe un lugar: El primero. He terminado en segundo lugar dos veces desde que estoy en Green Bay, y no quiero volver a terminar segundo nunca más.
Hay un juego para el segundo lugar, pero es un juego de perdedores, jugado por perdedores. El americano siempre ha mostrado entusiasmo por ser el primero en todo, y por ganar, y ganar, y ganar. Cada vez que un jugador de fútbol ingresa a la cancha, tiene que jugar poniendo todo el cuerpo: Desde la planta de los pies hasta la cabeza. Interviene cada parte del cuerpo. Algunos juegan con la cabeza, y está bien. Uno debe ser inteligente para ser el primero en cualquier actividad a la que se dedique.
Vincent LombardiCoach de los Empacadores de Green Bay (1967)
Si
todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza;
si cuando dudan todos, fías en tu valor
y al mismo tiempo sabes excusar su flaqueza;
si puedes esperar y a tu afán poner brida
o siendo blanco de mentiras esgrimir la verdad
o siendo odiado, no darle al odio cabida
y ni ensalzas tu juicio ni ostentas tu bondad
Si sueñas pero el sueño no se vuelve tu rey;
si piensas y el pensar no mengua tus ardores;
si el triunfo o el desastre no te imponen su ley;
y los tratas lo mismo, como a dos impostores;
si puedes soportar que tu frase sincera
sea trampa de necios en boca de malvados
o mirar hecha trizas tu adorada quimera
y a tornar a forjarla con útiles mellados…
… si puedes mantener en la ruda pelea
alerta el pensamiento y el músculo tirante
para emplearlos cuando en ti todo flaquea
menos la voluntad que te dice: “Adelante”;
Si entre la turba das a la virtud abrigo;
si marchando con reyes del orgullo has triunfado;
si no pueden herirte ni amigo ni enemigo;
si eres bueno con todos, pero no demasiado
si puedes llenar los preciosos minutos
con sesenta segundo de combate bravío.
Tuya es la Tierra y todos sus codiciados frutos;
y lo que más importa: ¡serás un hombre, hijo mío!
Rudyard Kipling
sábado, 9 de agosto de 2008
Reescribiendome 9
Como era usual, Ricardo voló en primera clase; no era que gustara del blof, pero a través de todos los cursos que había tomado en su vida, había aprendido que no es bueno atesorar, ni tener apegos a cosas materiales, pero ello no significaba el no disfrutar de las buenas cosas de la vida, y desde hacía mucho tiempo se esforzaba por poder brindarse para sí mismo algunos de esos placeres, entre ellos el haber podido adquirir hace unos años su automóvil favorito, un BMW de línea clásica en color azul marino, con interiores en piel color miel y tablero de caoba. Así que por ello aprovechaba de volar en primera clase cada vez que tenía oportunidad, y siempre seleccionaba un asiento en la ventana, tal vez como un intento por apapacharse y de mantener a su niño interior. Ricardo empezó a impacientarse ante la tardanza del despegue, la tripulación no había cerrado siquiera las puertas del avión, hasta que entró apurada una joven, de escasos 25 años, la cual colocó su equipaje de mano en el compartimento encima del asiento de Ricardo y se sentó junto a él. Fue hasta ese momento que Ricardo vio el rostro de la joven, era Andrea Montemayor, su alumna, hija de un gran empresario e inversionista, quien había ocupado también varios cargos públicos. Andrea volteó a ver a Ricardo y exclamó:
- Licenciado, que enorme coincidencia encontrarlo aquí…
- Señorita Montemayor, la sorpresa es mayor para mí, ¿no debería usted estar en clase?
Andrea rió entre ingenua y pícara ante la formalidad y seriedad en la respuesta de su interlocutor y contestó intentando asumir la misma formalidad de Ricardo:
- Sí Licenciado, en efecto, mas sin embargo, el hecho de que usted se encuentre a bordo de el mismo avión que yo, implica el que, sin lugar a dudas, no tendremos su clase, y el día de hoy era la única asignatura que tenía. A menos, claro, de que haya habido un comunicado en donde se cambiaba la sede para la clase a algún salón en Nueva York.
Ricardo no pudo más que reír ante el comentario de Andrea, además de que su estado de ánimo era inmejorable aquel día, así que ya mas en plan de broma, Ricardo mantuvo un tono “serio” y “formal”:
- Estoy de acuerdo Señorita Montemayor, pero ¿pretende volar hoy a Nueva York y mañana estar de regreso para sus clases?
- No Licenciado, de ninguna manera, sería una locura, ¿no lo cree?
- Indudablemente Señorita Montemayor
- Pero asumo que usted tampoco estará en Nueva York sólo una noche, y siendo así, si usted no va a impartir su cátedra, y los demás profesores no tienen ningún inconveniente en justificar mis ausencias mientras asisto a las reuniones de Consejo del consorcio de mi padre, no veo ningún inconveniente en quedarme un par de días.
- Ah cierto, ya recordé, su padre la nombró miembro del Consejo a fin de justificar sus viajes de compras. No es así, señorita Montemayor.
El último comentario de Ricardo le molestó a Andrea, más que molestarla lo sintió como un reto de inteligencia a la que la estaba colocando su profesor, y sin lugar a dudas, sabía que de entrar en ese campo acabaría perdiendo ante Ricardo, quien era famoso por sus sutiles sarcasmos, y sus grandes debates. Así que Andrea decidió jugar su mejor carta, su esencia de mujer, mirando a Ricardo a los ojos, con una sonrisa evidentemente mezcla de coquetería y dulzura contesto:
- Ricardo, ganaste; sí voy de compras a Nueva York; sí, eres mucho más inteligente que yo; y sí, se que piensas que soy otra niña tonta, que sólo va a la universidad para perder el tiempo, pero…
- Señorita Montemayor…
- Ya Ricardo, dime Andrea, por favor…
- De acuerdo Andrea. No pienso que seas tonta, de hecho considero que eres una mujer muy inteligente, y que sin duda podrías tener un puesto en el Consejo por tus propios méritos. Creo que la que ganó en esta ocasión fuiste tú, a veces un simple comentario hace que empiece a debatir y a tratar de ganar, te ruego me disculpes.
- No tienes porque disculparte, es más, te aceptó una cena en Nueva York para resarcir el daño, ¿qué opinas?
- Me parece muy justo Andrea, iremos a cenar.
La primera clase de Andrea en la universidad había sido también la primera cátedra que impartía Ricardo, y a lo largo de la carrera de Andrea, había tenido la oportunidad de tenerlo en más de una ocasión como profesor. Como abogado, Ricardo era muy reconocido en el ámbito corporativo, y había atendido algunos asuntos de las empresas de su padre, por lo que contaba también con la admiración de éste. Sus libros acerca de derecho y negocios, así como de liderazgo, eran otra razón para que su padre le admirara. Andrea desde la primera vez se cautivó por la mirada triste de Ricardo, y por el tono de su voz, pero nunca había dado ninguna muestra evidente de su enamoramiento, hasta ahora, en que la mirada de Ricardo no tenía esa nube triste y gris, sino por el contrario una alegría inmensa que le hacía lucir distinto, pero igual, mejor; hasta ahora en que el destino había decidido provocar ese encuentro. Durante el resto del vuelo platicaron de letras, de política, de historia, de arte, de música. De pronto parecía que se conocieran desde siempre. La frase de uno la concluía el otro y los dos reían al unísono sin mediar palabra pero sobre el mismo tema.
miércoles, 6 de agosto de 2008
Reescribiendome 8
Ricardo empezó a recordar el dolor y la tristeza que sintió en aquel momento, la impotencia de no poder convencerla para cambiar de decisión y permitirle una oportunidad, las lágrimas inundaron y justo cuando estaba a punto de derramar la primera, sintió la mano de Mariana en su hombro
- No llores cariño, no tiene sentido traer eso de vuelta otra vez… y si sientes que es necesario, entonces, permíteme de nueva cuenta pedirte perdón. Fue mi error, me equivoqué…
Ambos se abrazaron, lloraron, y se consolaron mutuamente, para terminar rendidos, rindiéndose cada uno en los brazos del otro, para de nuevo volver a dormir abrazados y no separarse hasta el amanecer.
Al despertar aquella mañana de domingo, Ricardo, vio a Mariana dormir, la contempló por varios minutos. Sin despertarla, se puso de pie, se vistió con unos caquis y una camisa y salió a la calle, decidido a comprarle unas flores y pan recién horneado para su desayuno. A su regreso, Mariana seguía perdida en sus sueños, y eso le dio la oportunidad para preparar su sorpresa. El aroma del café y del pan, mezclado con el perfume de las rosas, despertó a Mariana, quien con alegría, abrazó y besó a Ricardo, al tiempo en que le decía el más dulce “Te Amo” que Ricardo hubiera escuchado jamás.
Luego de desayunar, aún en cama, Mariana y Ricardo comenzaron a besarse, primero en la boca, delicadamente, saboreando aún el café, pero ahora mezclado con el sabor del otro. Los besos trajeron las caricias inevitablemente. Y de pronto, besos y caricias se encontraban al desnudo. Besos apasionados, sin discreción; caricias frenéticas, sin censura, ni juicios. Los “Te amo” se entonaban en gemidos, en gritos, mientras que aquel hombre y aquella mujer volvían a crear una nueva, quizá la misma de siempre, pero que en aquel momento era una nueva definición del amor. Llenos de ese amor, los cuerpos quedaron exhaustos, tendidos sobre las sábanas, separados por la brevísima distancia de un suspiro. El baño ayudó para reanimarlos, y también como pretexto para continuar con los besos y caricias bajo el agua, lo cual, de nueva cuenta, marcó otro buen inicio para ese día.
Las horas transcurrían de leve manera. El pan, el vino y la sal se percibían en cada palabra, en cada caricia, en cada beso. La mañana daba paso a la tarde, mientras que Mariana y Ricardo se leían y declamaban poemas de Sabines y Benedeti, con sabor y aroma a queso Roquefort, a jamón serrano y a whisky. De nueva cuenta entre los dos prepararon la comida y escogieron el vino, al tiempo en que sonaba el aria de “Largo al Factotum”, seguida por “La vie en Rose”, momento en que el beso no se hizo esperar. Ambos comieron, rieron y platicaron hasta el anochecer, cuando abrazos y besos los condujeron hasta la alcoba, en donde antes de dormir, cerraron amorosamente con beso en los labios aquel idílico fin de semana de amor.
Inevitable llegó el lunes, y el despertador volvió a recordar a Ricardo que tenía que regresar al mundo real. Sin despertar a Mariana se puso de pie, se ejercitó en su caminadora un par de minutos, realizó sus ejercicios de Yoga, se dio un baño, y cuando salió no vio ya Mariana, tan sólo una nota en que le decía que era hora de arrancar la semana, de subirse al mundo, de volver a la cotidianidad, en donde esperaba verlo de nuevo pronto. El gesto no le extrañó de Mariana, ambos se sabían y se confesaban como torpes a la hora de tener que despedirse; además de que en esa ocasión, Mariana contaba con la escusa de también tener que ir a trabajar. Ricardo sonrió para sí, agradeciéndole el fin de semana que habían vivido juntos, y con alegría se dispuso a irse a trabajar.
Reescribiendome 7
Despertaron, él abrazándola a ella por la espalda, cubiertos por las sábanas y por los rayos del sol que penetraban por la ventana. Mariana amaneció feliz y alegre, se levantó, beso a Ricardo y mientras él iba a preparar el desayuno, ella aprovechó para darse un buen baño. Ricardo estaba feliz de tenerla en casa de nuevo. Mientras ella se bañaba, él puso música, preparó jugo de naranja, café, bísquets con mantequilla y mermelada, y yogurt con frutas. Todo lo colocó sobre una charola la cual llevó hasta la habitación, donde se sentó frente a la puerta del baño, y escuchando a Mariana en la regadera, la emoción le hizo derramar un par de lágrimas de alegría.
Aquella mañana de sábado el ánimo de los dos era el de esconderse por un poco más del mundo, de escapar de la realidad, de las responsabilidades, y de los otros, especialmente de los otros. No tenían ganas de salir, ni de ver a nadie, tan sólo tenían ganas de besarse, abrazarse, amarse y sentirse de nuevo felices y vivos y por eso, Mariana sugirió desconectar y apagar los teléfonos y celulares, y simplemente ser, al menos por aquel fin de semana.
Ese sábado lo pasaron leyendo, platicando, escuchando música, cocinando nada más para los dos, bebiendo buen vino, y viendo las películas de siempre. Ya en la noche, a Mariana se le ocurrió la idea de ordenar algo para cenar, quizá algo ligero; Ricardo buscó el directorio telefónico y al tiempo en que revisaba las opciones, vio todas las anotaciones hechas, de puño y letra de Mariana, en otra época. Al leer cada una ellas, se acordó de los encuentros, de las pláticas, incluso de alguna que otra discusión y de las reconciliaciones después de ellas. Recordó a Mariana y sus bromas, sus risas y sus prisas antes de que llegaran los amigos, para que no descubrieran que los platillos habían sido ordenados. Se acordó de la última navidad que habían pasado juntos, de los regalos, de los besos y las caricias, y cómo aquella noche hicieron el amor sobre la alfombra de la sala, en donde los encontró aquel amanecer. Después de tantos recuerdos, Ricardo volvió en sí, para darse cuenta de que había pasado ya mucho tiempo; volvió a la sala con el directorio y encontró sobre la mesa del comedor dos copas de vino tinto, una llena y la otra vacía, y a lado una nota: “Cariño no te quise interrumpir, te veo en la cama. Te Amo. M.”. Ricardo apuró la copa que le dejara Mariana y fue a intentarse encontrar con ella, para descubrirla bajo las sábanas, profundamente dormida.
Decepcionado y un poco molesto contra sí mismo, Ricardo pagó la mayoría de las luces de la casa, acomodó los platos sucios en la cocina y tras servirse otra copa de tinto, fue a la sala. Sentado en su sillón favorito, frente al enorme ventanal que daba vista a la ciudad y a la noche, Ricardo encendió un cigarrillo, intentando recordar cada momento desde que conoció a Mariana.
SIDA 2008
martes, 5 de agosto de 2008
Oxigeno
lunes, 4 de agosto de 2008
Fe de erratas
viernes, 1 de agosto de 2008
Reescribiendome 6
- Cariño, que bueno que volviste, la cena esta casi lista.
- Te ves hermosa
- Eres un adulador de lo peor, pero así me encantas, muñequito lindo.
Con esas últimas palabras Ricardo sintió que no podía existir mejor momento, ni mejor lugar en el universo entero que ese. Los dos se sentaron en la sala, disfrutaron de la botana preparada por Mariana, que dicho sea de paso, eran platos que le encantaban a Ricardo. Platicaron como siempre de los mismos temas (música, cine, teatro, palabras, arte), volvieron a discutir por opiniones sobre la política nacional e internacional, rieron una y mil veces. Después de un rato, Mariana fue por la cena a la cocina, acompañada en todo momento por Ricardo, cenaron, bebieron un exquisito Pinot Noir de la casa de Robert Mondavi, bailaron y se entregaron ese beso, al principio delicado, para luego tornarse en profundo y apasionado, que tanto había tardado en llegar. Del comedor pasaron a la terraza en donde compartieron el postre y el café, al tiempo en que las estrellas, esas testigos indiscretas, enmarcaban la mejor noche de sus vidas; y las mismas que los acompañaron hasta la alcoba, siendo las únicas luces que alumbraban ese reencuentro de dos cuerpos que se entregan, con pasión, en nombre del amor.
Hace una semana que no era viernes
Agregue un poco de mas a la entrada de Reescribiendome 5 por si desean leerlo y quedarnos ahí hasta el lunes.